Para el día de hoy nos hemos propuesto subir al monte Pahia. Nos hemos levantado a las 5:30 para cogerlo en buenas condiciones, pues las mañanas están más despejadas que el mediodía y las tardes. A las 6 de la mañana la montaña presenta un aspecto inmejorable, completamente despejado. La cumbre que queremos alcanzar es la que se encuentra enmarcada entre las dos palmeras.
La verdad es que no tenemos muy claro el camino, sólo una descripción escrita de una página de internet. Hemos intentado buscar un guía, pero aparte de que al parecer cobra más de 100€ por persona, es que es difícil de localizar. Como la montaña no es muy alta (660 m) y nos podemos dar la vuelta cuando queramos, aunque todo el mundo nos ha dicho que es difícil, dura y que sin guía es casi imposible encontrar el camino. También nos advierten que si el camino está mojado es muy peligroso, pero llevamos 2 días sin llover y ha amanecido despejado, así que decidimos tirar adelante.
Vamos a donde se describe el comienzo y por varios sitios que lo intentamos no encontramos nada. Llevamos media hora y no conseguimos empezar. Al final me da la impresión de que atravesando unos 20 m de plantas de más de un metro de altura, pero que parecen recientes, puede encontrarse el camino. Y ¡bingo! Después de atravesarlas estamos dentro del bosque y hay algo parecido a un camino. El camino es muy escarpado. En algunos lugares es como una escalera muy empinada en la que los escalones son raíces de árboles que están al descubierto.
Cuando habíamos subido unos 250 m de desnivel nos encontramos con una pared de roca. Intentamos flanquear por la derecha y no se ve salida. Tiramos por la izquierda y aunque está todo muy desdibujado, de vez en cuando aparece algún hito indicando que por ahí hay camino. Al final salimos a otro sitio que es imposible. Volvemos hacia atrás y a punto de abandonar Auxi insiste en ir por la derecha aunque no haya camino y ¡voilá! Después de casi hora y media perdidos encontramos el camino de nuevo que sube muy empinado hacia arriba. De vez en cuando está tan empinado que hay cuerdas fijas para ayudarte a remontar la pendiente. Al llegar a unos 500 m de altura empieza a llover a tope. Estamos completamente calados y sentimos que tampoco puede quedar mucho, y que no nos podemos mojar más de lo que estamos. Además acaba de parar de llover. Aquí se descubre y se despeja en cuestión de minutos. Además el calor sofocante y muy húmedo hace que esto sea menos llevadero. Decidimos continuar.
Esto es una selva en la que es difícil seguir el camino por la cantidad de vegetación presente, pero poco a poco seguimos avanzando. La subida directa está cortada por unos muros y hay un largo flanqueo por la izquierda para llegar al lado norte desde donde si se puede llegar arriba. Aunque sigue lloviendo de vez en cuando, vemos que ya estamos llegando. El bosque ha desaparecido y podemos disfrutar de las vistas desde esta altura.
Por fin llegamos arriba. Estamos sobre un pico que nos permite ver gran parte de la isla. Nos ha costado casi 5 horas llegar hasta aquí, sobre todo debido a las veces que nos hemos perdido.
Bueno realmente no llegamos a la cumbre principal sino a una secundaria. La principal se encuentra a unos 300 m de nosotros, pero con lo mojado que está todo y la bajada que tenemos por delante decidimos darnos la vuelta desde aquí.
La bajada resultó muy complicada, apenas hicimos fotos del principio del descenso.
Luego siguió lloviendo y sufrimos varias caídas pequeñas, a mi se me rompieron los bastones y a Auxi le dolían mucho las rodillas. Llegamos abajo hechos polvo. Ahora entendemos porqué casi nadie hace esta subida en época de lluvias. El camino está abandonado (tendríamos que haber subido con un machete) pero sobre todo es muy resbaladizo, y en algunos sitios hay unos toboganes en los que puedes caer muchos metros. Pero como lo que no mata engorda, otra experiencia para el morral dentro de unos días nos acordaremos casi exclusivamente de lo bueno.
Al atardecer el cielo se vuelve a abrir y sale un luna casi llena preciosa.
Y la puesta de sol nos vuelve a dejar sin palabras.
Al día siguiente toca buceo. Dos inmersiones,una dentro del lagoon, en donde lo primero que vemos es un pez cofre un poco raro, al verlo de frente nos damos cuenta de que le han comido la parte del labio superior.
También vemos manta águila, algún tiburón punta blanca y una barracuda enorme.
También los pequeños peces tropicales de la zona.
Para la segunda inmersión la cámara no se abría, así que no hay fotos y en cualquier caso tampoco fue muy especial.
Para despedirnos de la isla, y como no sabemos si vamos a volver alguna vez, nos liamos la manta a la cabeza y pillamos una noche de hotel sobre pilonas aprovechando un descuento muy especial que lo dejó relativamente ‘barato’. Una noche es una noche
En cualquier caso el tiempo se pasa volando y cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos otra vez esperando al catamarán que nos lleva al aeropuerto.
Al irnos alejando aparece primero nuestro hotel de pilonas.
El monte Paiha, ahora si que se ven bien las dos cumbres que tiene, la de la izquierda es la que subimos, y se aprecia lo escarpado de sus laderas.
Y ese lagoon verde-azulado que hipnotiza.
Ya desde lo alto las últimas vistas.