De las islas grandes de Galápagos destacan tres por el buen estado de conservación de sus ecosistemas y de la cantidad de fauna que tienen. Son Genovesa, Fernandina y Española. A esta última nos dirigimos en una visita de unas horas. Comenzamos con una navegación en lancha de dos horas para llegar a una pequeña playa donde desembarcamos. Nos reciben lobos marinos y sus crías.
Un infante travieso le muerde la cola a una iguana.
Aquí las iguanas son especialmente llamativas por lucir un color rojo a veces muy intenso.
Encontramos alguna lagartija
Pero lo que nos llama la atención aquí son las aves. Primero piqueros de Nazca, antes se les llamaba enmascarados como los de la zona continental, pero estos son otra especie.
Alguno no solo no huye, sino que se acerca a ver que pasa.
El cazador cazado.
También vimos un gavilán.
Pero si buscábamos un ave en especial era el albatros, que en la ocasión anterior habíamos visto en abundancia,y que se caracteriza por tener una danza de emparejamiento muy vistosa y ser un ave que cuando sale de las islas se pasa meses en el cielo hasta que vuelve a anidar. Para nuestra decepción no había apenas parejas, pero siguen siendo unas aves bellas y llamativas.
También son llamativos los sopladores (formados en cavernas sometidas al oleaje) y los paisajes abruptos.
Al finalizar el recorrido nos despidieron las iguanas.
Y los lobos marinos.
Luego fuimos a un par de puntos a hacer snorkel. Estuvo bien, al principio poca vida, pero luego unos lobos marinos juguetones, alguna tortuga y algún tiburón sedoso pusieron la guinda.
Con este post acaba nuestro periplo galapagueño, pero algo nos dice que quizás no sea la última vez que vengamos a estas islas que inicialmente fueron bautizadas como las ‘Islas Encantadas’.