Caño Cristales es un lugar con magia. Disfrutamos mucho de la visita aunque en algunos casos nos lo pusieron complicado y encontramos gente de la zona muy agradable de la que nos costó despedirnos. Pero empecemos por el principio. Nosotros procuramos montarnos los viajes o las excursiones por nuestra cuenta. Te permite empaparte más del lugar y tener que tratar directamente con los actores del lugar que vas a visitar. Para Caño Cristales nos advirtieron que sólo se podía ir con un operador turístico, pero nosotros no nos creemos esas cosas y lo organizamos por nuestra cuenta.
Lo primero es llegar a La Macarena, que es el lugar de partida para visitar los caños. La Macarena ha sido siempre zona de las FARC y es un lugar de acceso complicado. Después de valorar varias alternativas (si te interesa acceder a la zona pulsa aquí) tomamos un bus en Bogotá a las 4 de la mañana y una avioneta en Villavicencio sobre las 8:30.
Villavicencio es una ciudad que marca el fin de la cordillera oriental ...
… y el comienzo de Los Llanos.
Nos llamó la atención un pueblo triangular.
Sobrevolamos Caño Cristales.
Y llegamos a La Macarena que está junto al río Guayabero.
La torre de control es portátil.
A la espera de nuevas sensaciones.
Como la de ver que los equipajes del aeropuerto se transportan en carro de tracción animal.
Al llegar a La Macarena todo te obligaba a ir a un operador turístico, contratar un tour y tener todo hecho, pero a un precio muy alto. Nosotros nos esforzamos en buscar a un guía ‘oficial’ y arreglar directamente la visita con él. Gastamos un montón de tiempo en el empeño, y al final nos dimos cuenta de que era imposible. Hasta el 2015 esto se podía hacer, pero actualmente han establecido un procedimiento en el que los operadores turísticos son los únicos que pueden gestionar la documentación de acceso al parque y no encontramos otra manera. Nosotros pensamos que funcionan como una mafia que ha cerrado cualquier otra alternativa y cobran unos precios muy altos, que les deja buenos beneficios por vender un paquete que a nosotros no nos interesaba. Deciden como te vas a transportar, qué vas a comer, que guía te va a tocar y cuál es el recorrido que vas a hacer (hay varios recorridos y se reparten entre los operadores por temas de cupo). Yo estaba encendido porque nos torearan de esa manera y no hubiera otra alternativa. O nos volvíamos sin hacer la visita después del coste de llegar allí o tragábamos con este ‘clan’ de operadoras que te imponían sus tours a su manera. Obviamente no hablas con los ‘capos’ del clan de operadoras, si no con trabajadores que entienden tu enojo pero que se ciñen a lo establecido. Al final tragamos después de varias negociaciones con diferentes operadores y descuentos sucesivos.
Hasta aquí el mal rollo, después todo de maravilla. Para compensar el coste buscamos alojamiento por nuestra cuenta. Los mas parecido a hoteles tenía un precio también muy alto o estaban llenos. Lo más parecido a hostels no nos gustaba y como además llevábamos nuestra tienda de camping, al final conseguimos que nos ayudaran a encontrar una finca donde acampar. Acampamos en la finca ‘Cristalitos’ que es el nombre de otro caño que está cerca de ella. Ir fue un poco complicado. Primero un motocarro algunos kilómetros que nos dejó en la entrada de la finca. Luego andar por una pista 10 o 15 minutos con el equipaje a cuestas atravesando zonas inundadas, descalzos y con el agua a veces por las rodillas hasta el río Guayabero.
Allí se toma una barca para cruzarlo. El método curiosísimo. Hay un cable de acero que cruza a varios metros de altura. El cable tiene una cadena que se puede deslizar en ambos sentidos. Según que esta cadena se enganche en la barca a babor o estribor, y con la fuerza de la corriente, el barco se desplaza a una orilla o a la otro. Ecológico y sencillo.
Esa misma tarde visitamos el Caño Cristalitos, es sólo un aperitivo de lo que nos espera mañana.
Al entrar al Parque hay varios controles, hasta los militares están allí, además nos ‘anillaban’ para tenernos identificados.
Lisandro era nuestro guía, nos dijo que nos tocaba hacer el recorrido del Aguila y nos encaminó a Caño Escondido, primero de los cinco caños que habría que recorrer. Al llegar al caño vimos las plantas (Macarenia clavígera) que hacen especiales a estos ríos. La coloración de estas plantas depende de la cantidad de sol que reciben diariamente. Si no les da mucho sol pueden ser verdes o blanquecinas y luego, según el nivel de insolación, se vuelven rosadas, rojas o incluso violetas. Eso se ve muy bien en el este caño.
El sendero del águila es el más largo de todos, 13 km según el guía, atravesando diferentes tipos de vegetación, destacando unas plantas llamadas vellozias que crecían literalmente sobre rocas, sin apenas tierra en sus raíces.
El segundo caño es el Caño de la Pasión, y fuimos contagiados
En el tercero encontramos un pasaje subterráneo.
Encontramos cascadas y zonas en las que se permitía el baño, que al final realizamos medio vestidos y calzados, pues entrábamos y salíamos del agua con frecuencia.
Y fuimos recorriendo hasta llegar a la cascada del águila, en la que reconocimos la forma de la cabeza y las alas de este ave.
Todo el recorrido fue a través de parajes realmente bellos.
Y muchas fotos más-
Con zonas en las que esquivábamos el agua y otras en las que no podíamos.
El grupo fue muy agradable, éramos 5 Eduardo de Colombia, Andrea y Margarita italianos y nosotros.
Eduardo tiene un club de buceo en Colombia, en Capurgana cerca de Panamá en el lado del Caribe y parece que ofrece acceso a una zona muy poco explotada e interesante. Si te interesa puedes visitarlo en su página web.
Pero quiero hacer una mención especial de Lisandro, nuestro guía. Estuvimos hablando mucho rato de su vida, muy interesante, y de cuestiones del país. Entre otras cosas de la situación actual con la paz en las puertas. Fue un guía competente y muy agradable, que organizó el recorrido de manera que pudiéramos disfrutar de la belleza del lugar y que pudiéramos bañarnos en muchos sitios y mucho tiempo, pues otros guías quieren acabar cuanto antes y se preocupan menos de sus grupos. Os muestro su tarjeta por si queréis contactar con el.
Caño Cristales es una zona que parece que tiene petróleo en el subsuelo, a tal punto que emerge a la superficie. En la foto se puede ver a Lisandro sacando brea con un palo. Esto es una amenaza para este enclave tan especial. De hecho ya han habido varios proyectos de explotación, de los cuales uno fue aprobado por el gobierno. Gracias a una fuerte oposición popular y probablemente a que era territorio de la guerrilla, al final el proyecto no prosperó.
Hablando de guerrilla, ahí la hemos vivido muy cerca. Se ha firmado un acuerdo de paz que debe ser refrendado a primeros de octubre por el pueblo colombiano. La única oposición importante es la del expresidente Uribe (cuyo padre fue asesinado por las FARC) pero todo el mundo da por hecho que va a ganar el SI y cerca de La Macarena se han reunido muchos guerrilleros, e incluso estaba presente su máximo dirigente Timoleón Jiménez ‘Timochenko’, el cual llegó escoltado de policías y ejército. El caso es que vimos muchos militares por la zona. La sensación es que el país está viviendo un momento histórico, que todo el mundo habla frecuentemente del referéndum y que no hemos encontrado a nadie que se posicione claramente por el NO a la paz.
Después de un día fantástico, en uno de los lugares que ponemos en nuestra lista de sitios mágicos, regresamos a la finca Cristalitos. Allí nos esperaban Obeida y Ramón junto a su nieta Salomé.
Nos sentíamos como en familia, Obeida cocina rico rico y nos costó despedirnos de ellos. Si llevas tu tienda de campaña, el sitio es más que recomendable, por acampar pagábamos menos de 3 Euros al día. Para llegar allí debes contactar con Perico, que gestiona la finca o con Obeida. A nosotros nos dieron el contacto en el pueblo, concretamente una empleada de un operador local que estaba junto al Aeropuerto. De momento no tienen página web ni nada que se le parezca.
Regresamos en canoa al pueblo y nos cruzamos con otra curiosa canoa llena de vacas antes de llegar al ‘puerto’ de La Macarena.
En el pueblo pasamos la mañana esperando la salida del vuelo que tuvo que retrasarse porque nos cayó una tormenta de esas que caen en zonas tropicales. Hasta tal punto que tuvieron que cerrar el aeropuerto hasta que pasase.
Una vez de vuelta en Villavicencio nos volvió a caer un tormentón tremendo, en este caso cuando regresábamos en bus a Bogotá hubo un derrumbe que cortó la carretera y nos devolvieron al pueblo. El tráfico era un caos, una de las plazas que atravesamos estaba colapsada porque todo el mundo entró y no podía salir nadie. Estuvimos mucho tiempo ‘pillados’. Al final pasamos un par de días de descanso en la ciudad poniéndonos al día con el ordenador y paseando.
A la vuelta a Bogotá subimos por la aérea carretera que comunica ambas ciudades. Como ya hemos comentado la movilidad por carretera en Colombia es complicada. Para recorrer los 126 km que separan ambas ciudades el bus tardó casi 4 horas.