Salimos hacia Bogotá en avión por primera vez desde nuestra llegada a México. Nos queda mucho hasta llegar al Sur de Argentina y queremos llegar antes del verano austral.
En Sudamérica empiezan a llegar las compañías low cost y en Colombia ‘Viva Colombia’ es la primera, que gran ayuda a la economía del viajero .
En Bogotá nos esperan Yolanda, Hugo, Laura y la pequeña Isabella, la familia de Catalina, una voluntaria de Agua de Coco en Madagascar con la que trabamos una buena amistad. Ellos nos recogen del aeropuerto, nos alojan en su casa y nos brindan su cariño y amistad, así da gusto viajar.
También nos encontramos allí con Paco y Sandra, a los que conocíamos indirectamente, y a los que hemos seguido por varios países hasta que los hemos encontrado aquí.
Y nos encontramos con Kayoko con la que nos une una gran amistad desde hace muchos años en España y su pareja Johan a quien conocimos en Madagascar más recientemente. Nos han acogido en su casa durante varios días y se han desvivido por hacernos la estancia muy agradable.
Además están montando un negocio de hacer pizzas a domicilio para fiestas y eventos hogareños y nos hicieron una muestra en vivo de sus habilidades. Rico, rico
Estuvimos en su casa en La Calera, un pueblo a casi 3.000 m de altitud que está en un entorno que parece Galicia y que tiene una carretera de acceso que muestra una gran panorámica sobre Bogotá.
Dedicamos un día a visitar la gran ciudad que tiene unos 10 millones de habitantes. Es un caos circulatorio con unos atascos (trancones) monumentales que no se arreglan ni con la normativa ‘pico y placa’ que limita la circulación de los vehículos con matrícula (placa) par e impar en días alternos en las horas pico, que son muchas. La ciudad ha ocupado el centro con grandes edificios que conviven con los pocos edificios coloniales que todavía sobreviven.
Por lo demás el centro está ocupado por edificios públicos, bancos y grandes compañías y tiene mucha actividad comercial.
En la última foto se ve una gran bandera blanca que hace referencia al proceso de paz con las FARC que será consultado en referéndum en menos de un mes. Es el tema central de muchas conversaciones. Tenemos la sensación de ser testigos de un momento histórico del país. Hoy en la Plaza Bolívar, que es el centro de la ciudad, hay un concierto de numerosos artistas en apoyo al Si en las votaciones. El acceso está controlado por la policía, que registra a todos los que accedemos al lugar.
También visitamos el Museo del Oro, que contiene una enorme colección de piezas precolombinas bien organizadas y descritas.
Y el museo Botero que contiene muchas de sus obras y las de su colección de obras de otros pintores. Es un bonito museo con entrada y guía gratuitos. Nosotros tuvimos un licenciado en Historia para nosotros solos que fue magnífico.
El museo se encuentra en el barrio de la Candelaria, junto al centro, que tiene más sabor y colorido.
Otro día fuimos a recorrer algunos lugares de las cercanías de Bogotá. Empezamos por el pueblo de Guatavita, es un pueblo de construcción reciente, pues el antiguo está sumergido en un embalse construido en el valle.
Luego fuimos a la Laguna del Cacique de Guatavita. Esta laguna ocupa lo que parece un cráter elevado sobre el terreno que lo rodea. Es el legendario ‘El Dorado’ y tiene una historia interesantísima que nos relató el guía local. Esta es la tierra de los Muiscas, los habitantes ancestrales de la región. Su jefe es el cacique de Guatavita y su mujer. En el proceso de ‘investidura’ del cacique, se le llevaba a la laguna y antes de amanecer se le untaba de miel y otros ungüentos y se le cubría de polvo de oro, El Dorado, cuando le daban los primeros rayos de sol y le hacían brillar se zambullía en el centro de la laguna y se desprendía ese oro y se hacían ofrendas que se depositaban en el centro de la laguna, más la de los miles de asistentes que las arrojaban en las orillas. La laguna ha sido rastreada desde la llegada de los españoles por los buscatesoros y llegaron a abrir una grieta en el borde del cráter que ha reducido su profundidad en unos 30 metros. El resultado es que se han extraído decenas de miles de objetos de oro de las orillas y del centro del lugar. Es uno de los motivos que hicieron que la ciudad de Bogotá se emplazase cerca de este lugar.
En el descenso tuvimos un bonito arcoiris.
Luego nos dirigimos hacia Zipaquirá famoso porque en el lugar existe una enorme mina de sal que no es abierta y que una parte de ella se ha convertido en la Catedral de Sal. Esta mina se explota desde tiempos prehispánicos. Primero en excavación abierta. Luego a través de galerías. Más tarde se hizo un nuevo nivel de galerías inmensas de 200 metros de largo, unos 20 de ancho y unos 30 de alto. Este tercer nivel es el que parcialmente se ha convertido en Catedral esculpiendo en sus paredes símbolos religiosos. En una de las naves está la Catedral propiamente dicha en la que se ofician misas y matrimonios, aunque hay que pagar la entrada, que no es nada barata, para acceder.
En uno de los lugares parecía que se veían dos niveles.
Pero era un efecto óptico del que nos dimos cuenta al vernos reflejados.
Hay algunas escenas esculpidas en sal.
En otra de las galerías tenían un espectáculo de luces en el techo.
Al salir de la mina nos dimos una vuelta por Zipaquirá.
Y había un festival de tunas
Al tercer día nos fuimos a dar un paseo a un Parque Nacional Natural.
Es un parque en el que predomina el bosque andino. La zona a la que fuimos era bastante alta, por encima de los 3.000 m. Los animales más grandes son los felinos, muy difíciles de ver, los osos, que sólo vimos este:
Y los venados que eran bastante abundantes.
El paisaje era bonito, de bosque y alta montaña, pero la satisfacción no fue completa. Los trámites pasaban por pedir visita porque hay un cupo de entrada limitado. Había que pagar por banco la tasa de entrada, ok. Pero resulta que el número de itinerarios factibles sin guía es muy reducido, en el área que elegimos sólo uno que apenas llega a 2 km, el resto que eran otros dos, tenían que ser con guía de manera obligatoria y tampoco eran muy extensos. Para nuestro recorrido de menos de una hora tuvimos que estar más de 5 horas en el coche entre ida y vuelta por pistas de tierra dando brincos. Por tanto buen paisaje y avistamiento de bonitos paisajes y de fauna, pero excesivamente remoto para lo que te dejan hacer. En cualquier caso, bello paisaje.
En algunas zonas de altura dominaban unas plantas muy llamativas llamadas frailejones.
El sendero nos gustó mucho. Tuvimos que alquilar botas altas para recorrerlo.
Recorría diferentes tipos de terreno con un arbolado cubierto de líquenes y en algunos puntos escaleras sobre raíces de lo denso e intrincado que era pasar por algunos sitios.
El día que salimos de Bogotá a Ecuador era domingo y el puerto que sube a La Calera como la ciudad, en domingo cierran algunas calles al tráfico, estaban llenos de ciclistas. Neiro Quintana, Lucho Herrera y otros destacados ciclistas colombianos están creando escuela.